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¿CRISTINA FERNÁNDEZ “NO ESCUCHA” A LOS INTELECTUALES?, SEGÚN AFIRMA EDUARDO TATO PAVLOVSKY. Escribe Amílcar Moretti

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                           “No sé si es que Cristina (Fernández de Kirchner) no quiere escuchar a los intelectuales o es que los intelectuales abandonaron a Cristina. Es una mujer brillante, pero así se queda sola”. Lo dice Eduardo “Tato” Pavlolvsky con inocultable enojo, tal vez indignación o sensación de desconsideración por parte de la presidenta de Nación. A punto de cumplir 80 años, hace tiempo que en las entrevistas públicas se lo advierte enojado, como con bronca, ofendido. En algún punto coincide con Fernando Ezequiel Solanas, otro exponente porteño de un narcisismo muy desarrollado, por momento en el grado de antipatía que puede suscitar la edad avanzada en ciertos individuos cuando avanza el deterioro físico de la edad y los discursos expuestos durante toda una vida ya no funcionan y no tienen eco, como si la cultura del poder que engendra las condiciones hubiese sido no solo exitoso materialmente sino en el plano simbólico, lo que no sucedió en el último medio siglo con las argumentaciones de mucha gente de la cultura.

 

 

Lohana Berkins (izq.), militante travesti, y Eduardo "Tato" Pavlovsky (derecha), los intelectuales y el gobierno.
Lohana Berkins (izq.), militante travesti, y Eduardo “Tato” Pavlovsky (derecha), los intelectuales y el gobierno.

 

 

 

                     “…yo tuve la necesidad de mantener, de explicitar un pensamiento crítico ante las distintas evoluciones políticas. En algunos casos no fue fácil, porque se toma la actitud crítica como una actitud opositora. No sé si es que Cristina no quiere escuchar a los intelectuales o es que los intelectuales abandonaron a Cristina. Es una mujer brillante, pero así se queda sola. Porque la mirada crítica es una compañía, una manera de razonar en grupo, una manera de poseer más instrumentos para decisiones políticas importantes. No significa estar en contra de un plan de soberanía popular. ¡No! Pero uno lee y encuentra adicciones al poder. Pienso que un intelectual es más que eso, que manifestar el apoyo a un gobierno. Es señalar lo que debe ser mejorado, revisado. Ser un francotirador es actuar con la máxima libertad posible, sin estar atado a ningún sistema. Nombré a Fanon, un gran iniciador, y a Sartre, un hombre que tuvo muchas contradicciones, pero ningún temor a equivocarse. Sólo temía no tener la convicción suficiente”, expone y supone Pavlovsky en una entrevista en el suplemento especial “Diálogos” del diario de Buenos Aires Tiempo Argentino, el domingo 2 de noviembre (1) junto a la militante travesti Lohana Berkins, quien pese a actitudes más enfáticas en cuanto a combatividad habla con tono afable sin que le signifique dejar de criticar aspectos que tienen que ver con la explotación y discriminación del heterosexualismo sostenido, con sus contradicciones y confusiones, en la actual etapa patriarcal del capitalismo de financiarización de mercado de supratecnología elitista.

 

 

 

 

 

MODELOS QUE NO FUNCIONAN

 

 

                  En fin, que Eduardo Pavlovsky se queja o se alarma porque la Presidenta no escucha a los intelectuales argentinos. La afirmación es más que discutible y, en gran medida, sucede todo lo contrario. Los escucha y los lee, solo que elige según sus propios mecanismos de razonamiento político-cultural, con el añadido sustancial de que se trata de una política, una militante de siempre guiada por ideas y propósitos basados en conceptuaciones reconocibles. Se recordará la sorpresa y sentimiento de halago mayúsculo cuando Néstor Kirchner se hizo presente como un asistente más en una asamblea de Carta Abierta Buenos Aires, que agrupa a intelectuales cercanos al gobierno pero con actitudes críticas.

                    Desde que comenzó Erótica de la Cultura, hace cuatro años, he insistido en la excepcionalidad de Cristina Fernández de Kirchner y su marido Néstor, y de la pareja, tanto en materia política nacional y regional como mundial. Que haya desde hace años una compacta, intensa, siempre renovada, inacabable y oscura campaña -convertida en centro “doctrinario” de la oposición al gobierno y los poderes fácticos- para convencer de lo contrario a la ciudadanía, no es más que la consecuencia y prueba de la importancia y reconocimiento que las derechas conservadoras tienen en torno a la excepcionalidad de Cristina y el ciclo Kirchner en la política argentina en el último medio siglo.

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                   Eduardo Pavlovsky se queja o se alarma porque la Presidenta “no escucha” a los intelectuales argentinos. La afirmación es más que discutible y, en gran medida, sucede todo lo contrario. Los escucha y los lee, solo que elige según sus propios mecanismos de razonamiento político-cultural, con el añadido sustancial de que ejerce poder y debe poner en práctica ideas y de que se trata de una política, una militante de siempre guiada por ideas y propósitos basados en conceptuaciones reconocibles.

 

 

 

 

 

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                         El tema de los intelectuales y la intelectualidad y su peso e incidencia en la cultura y política (herencia de tradición francesa en Argentina, con puntos claves en Emilio Zola y Sartre), es arduo, complejísimo y prolonga una situación de crisis de medio siglo al menos (2). La categoría de intelectual deriva de las universidades medievales europeas del siglo XII y tomó especial difusión en el siglo XVIII, el de Las Luces. Ocupa ciertos lugares que en otros momentos tuvieron muchos filósofos, ubicables en una jerarquía superior de pensamiento, y llegó a su esplendor polémico en política en la segunda mitad del siglo 19 y primeras décadas del siglo 20, cuando comienza la disolución de la importancia social y colectiva que la sociedad le otorga a los intelectuales.

 

 

 

 

 

 

                        En este proceso que es mundial, el colapso total en Argentina se da con la derrota y tragedia de la dictadura cívico-militar-clerical de 1976, y aún desde antes. Sumada a la concreta desaparición física de personas con opinión política crítica comenzó el predominio de la cultura mediática masiva y a veces popular, con  fuertes matices de silenciamiento, inoperancia e inaplicabilidad de ideas convertidas en fórmulas y el fracaso total del socialismo real en 1989. Desde allí no hubo recuperación para los intelectuales. Desde hace mucho tiempo, la cuestión central parece ser por igual que los políticos no dialogan con los intelectuales y que los intelectuales han aspirado a ejercer poder político y aplicar sus elaboraciones reflexivas. Esto último con resultados perjudiciales dado que muchas veces las construcciones de pensamiento no parten de la comprensión sensible de lo cotidiano y colectivo sino que operan como esquemas rígidos aplicados desde arriba.

 

 

 

 

 

 

                   Pero en la Argentina, a mi entender, es crucial un siniestro hecho de dimensiones culturales y colectivas: en gran medida, o en medida aún no calculada, el pensamiento de los intelectuales de izquierda de los años 60  y antes fue causante o estimulante para la desaparición de 30 mil personas. Nadie lo imaginó, siquiera. Se estimuló el confrontamiento frontal, corajudo y repleto de ilusiones,pero al fin y al cabo irresponsable en sus consecuencias de siniestralidad sin responder al modelo de claridad y lucidez adjudicadas al pensador, al intelectual, al hombre de (todas) las respuestas (3).

 

 

 

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               Desde hace mucho tiempo, la cuestión central parece ser por igual que los políticos no dialogan con los intelectuales y que los intelectuales han aspirado a ejercer poder político y aplicar sus elaboraciones reflexivas. Esto último con resultados perjudiciales dado que muchas veces las construcciones de pensamiento no parten de la comprensión sensible de lo cotidiano y colectivo sino que operan como esquemas rígidos aplicados desde arriba.   

 

 

 

 

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                   Además, creo que Pavlovsky se desestima a sí mismo como contracara de su legendario narcisismo. Es autor de obras teatrales que ocupan un lugar central en la dramaturgia argentina, entre ellas “El señor Galíndez” (1973) y “Potestad” (1985), de gran repercusión nacional y mundial en el espacio escénico, cultural e intelectual. Y esta cultura reflexiva, este pensamiento sí lo ha escuchado Cristina Fernández de Kirchner y lo tiene incorporado a su forma de concebir y actuar la política. No es cierto que la Presidenta ignore a Pavlovsky o el pensamiento crucial de otros intelectuales y pensadores argentinos y extranjeros.

                     Lo más lúcido de Pavlovsky en la cultura y la política no está en sus declaraciones y acciones políticas, vinculadas a variantes del trotkismo, sino en sus obras teatrales. En sus piezas de teatro está lo más original e intenso, profundo de su pensamiento. Y esto hace rato que lo ha escuchado y sabe Cristina así como su marido fallecido. Que invite a la Casa de Gobierno a tal personalidad de la cultura por supuesto que tiene su significado, y más aún halaga al invitado, sobre todo si ha dedicado su vida a la lucha por el mejoramiento social, el pueblo de su país y de la condición humana. Pero lo central es tener un presidente que conozca y aplique en su pensamiento y acción lo esencial del razonamiento y la praxis que ofrecen obras de militancia activa y comprometida de gente trascendente de la cultura ilustrada, lo que -como simple ciudadanía- no la convierte en portadora de políticas claras y eficaces

 

 

 

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               Lo central es tener un presidente que conozca y aplique en su pensamiento y acción lo esencial del razonamiento y la praxis que ofrecen obras de militancia activa y comprometida de gente trascendente de la cultura ilustrada, lo que -como simple ciudadanía- no la convierte en portadora de políticas claras y eficaces.

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(1) Eduardo Pavlovsky y Lohana Berkins en “Hablar sin temor, obrar con la máxima libertad posible”, Suplemento Diálogos, Diario Tiempo Argentina, domingo 2 de 2014, Buenos Aires.

http://tiempo.infonews.com/edicion/1619/especiales

 

 

(2) LOUIS BODIN, “Los intelectuales”, Colección Cuadernos de EUDEBA, Buenos Aires, 1965.

 

 

(3) OSCAR DEL BARCO, “Alternativas de lo poshumano. Textos reunidos”, Caja Negra Editora, Buenos Aires 2010.

 

 

 

 

 

Teatro: “El Señor Galindez” Eduardo PAVLOVSKY & Gran ELENCO (el antes) / Hugo Omar Viggiano

hugoMARviggiano

Publicado el 7/6/2012

Eduardo Pavlovsky

Nació en Buenos Aires el 10 de diciembre de 1933. Es nieto de Alejandro Pavlovsky.

Se recibió de médico psicoterapeuta y en los años ’60 comenzó a trabajar con el psicodrama, por primera vez en América Latina.

En los primeros años de la década del ’70 El Señor Galíndez se convirtió en un gran éxito. La obra trata de un torturador que realiza su “trabajo” sin que nadie lo perciba, manteniendo una vida “normal”.

Cuenta la historiadora Silvina Jensen:

La continuidad represiva antes y después del golpe militar queda de relieve en la experiencia de Pavlosvky. La primera señal de peligro fue la bomba en el Teatro Payró en Noviembre de 1974, donde se representaba “El Señor Galíndez”. En tanto Pavlovsky no renunció a lo que definía como su “militancia cultural” y estrenó en 1977 “Telarañas” — alegato contra el Fascismo instalado en la familia — la dictadura procedió primero a prohibir la obra teatral por considerarla un atentado a la moral y luego fueron allanados su casa y consultorio. El dramaturgo eludió a los Grupos de Tareas y huyó por el tejado. El salir del país fue su única opción. En 1978, con pasaporte vencido, vía Uruguay y Brasil, se instaló en Madrid.

Gracias Wikipedia.

Teatro Babilonia en el año 1995

El Señor Galindez.(Momentos previos un actor se prepara…)

Cámara Hugo Omar Viggiano

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