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“Las mujeres no siempre tienen una vagina”. La cultura de la sensualidad: “Tenderly”. Texto, citas e imágenes por AMÍLCAR MORETTI

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“Las mujeres no siempre tienen una vagina. (1) Esta solo se abre con el deseo del pene”. {(1) Como escribió Lou Andreas-Salomé (1916), en la mujer, el aparato genital sigue siendo vecino del lugar de evacuación; apenas si lo contiene en calidad de alquiler”.}

(GÉRARD POMMIER, pág 85 de “¿Qué quiere decir “hacer” el amor?”, Ed. Paidós, Buenos Aires, julio 2012)

 

 

Escribe
AMÍLCAR MORETTI

Miércoles 27 noviembre 2013
A la 1,41 am

 

 

                 Ella no sabía ser sensual. ¿Ser o saber? Ser, ser sensual, es una ontología, cualidades del Ser. Saber ser sensual es un proceso, un devenir sensual (dialéctica, proceso, constitución, conformación, elaboración, devenir). Ella no sabía ser sensual. Carecía de una cultura de la sensualidad. Una cultura olvidada, no conocida, enterrada, no enseñada, no aprendida, no transmitida. En muchos casos, he visto, esa sensualidad en la mujer es pura exterioridad, estereotipo, clisé, mapa y no territorio, publicidad, cartel de perfume de mujer sensual.

 

               Conocí a un hombre, a quien obsesionaban las mujeres no alcanzadas, digo, el sexo activo con mujeres con las que no intimaba, que no comprendía porqué la lencería negra debía o podría ser un complemento lujurioso. Era un hombre primitivo, no por originario o inocencia de naturaleza (no por amoralidad o aestética de la naturaleza), sino por animalidad, por brutalidad acultural o deficientemente culturalizada, por reducción a pura biología. Para él, que no entendía el erotismo (no la histeria y el exhibicionismo autopajero de las mujeres), una mujer con lencería integrada a su propio deseo sexual pleno era como una vaca con corpiño, slip y medias negras. Carecía de sentido, o bien contenía un sentido que necesitaba que le fuera “explicado”.

 

               En igual sentido, también conocí a una actuante de circo, entrenada en acrobacia, telas y trapecio, atractiva por cierto, que consideraba que sensual solo era el desnudo de joven bella desprovista de vestimenta, solo ella y la naturaleza. Un par de medias negras le resultaba -o así lo declaraba con indignación- una especie de artificiosidad decadente; puede ser, pero también en el mismo sentido podría servir una pollera larga con amplio vuelo y cintura baja, cerca del pubis, descalza. Una típica chica “hippy”. Otra forma de fetichismo en el vestuario. Esta última -a la pollera- sí la aceptaba.

 

                 En el último caso vale la redundancia de aclarar que la naturaleza no es erótica, es instinto, biología, zoología, vegetalidad, tierra, aire, agua y mar, y cuando hace aparición el humano es caverna, mujer y hombres cavernarios. Que de la urbanización de cemento, hierro y vidrio se plantee la sensualidad de la naturaleza, a recuperar como pura sensación del humano, puede ser una sustitución sana de la opresión de los inventos mercantiles del consumo capitalista (lencería incluida), pero no cabe excluir la sensualidad del juego elaborado y pactado decidido al sexo, digo, al goce y disfrute del intercambio sexual-genital afectivo. A eso le temen muchas “ecologistas naturistas”, en las que la naturaleza, o su vuelta a ella, se ha reconvertido en excusa de la vieja abstinencia puritana, de la ausencia del goce, de la memoria del goce tierno y afectivo coital.

                 Sin embargo, en ocasiones, he comprobado como a poco de estimularlo, el sentido de lo sensual, la cultura de la sensualidad surgen en la mujer -más advertible o resplandeciente si es joven y bella-, afloran de a poco. En menos casos, irrumpe como torrente. Me ha parecido observar que algunas mujeres por el solo hecho de compenetrarse en su demostración de sensualidad desnuda, si se presumen apreciadas como deseables, dichas mujeres han tenido evasiones de orgasmo, como una especie de orgasmos silenciosos, más autoconcentrados y meditativos que espasmódicos. Como una pasiva masturbación exhibida sin estertores ni contracciones ni jadeos ante el otro que las observa, sin la lujuria de la masturbación propia del observador, sino sólo ante el registro de una cámara fotográfica que sabe captar solo lo bello de ese acto de renuncia y entrega, una entrega que solo llega a la cámara, o que solo la cámara penetra, no el fotógrafo. Una exhibición masturbatoria salida de la clandestinidad ante testigo no actuante. Pienso que si el fotógrafo intentase intervenir como humano y no como registrador y autor de la imagen de lo que sucede se quebraría el orgasmo e irrumpiría el escándalo de la moral y la inhibición cultural, por un lado, y por otro la decepción de ver en el tipo confiable (el autor, el creador, el artista) solo a uno más de los hombres en las que ellas no confían porque las pondrían en el aprieto del intercambio sexual. La mujer, en muchos casos, vive la paridad sexual como un aprieto. También puede sucederle al hombre varón masculino.

               En el terreno de enfrente, cuando la demostración de sensualidad, como técnicas muy aprendidas, casi una coreografía planificada, se desinfla a poco de transcurrir el tiempo por su falta de repercusión simética en el otro, por la ausencia de efecto concreto en el otro, que si se pusiera en acto quebraría dicha falsa ceremonia coreografiada de la sensualidad (un común espectáculo de strip-tease) y sería considerado delito de violación. Ahí está la ambivalencia moral de la mujer en la cultura, el querer y el no querer, el desear pero no querer, el querer pero no poder, el coreografiar por la certeza de la no consumación, o el poder hacerlo pero no permitírselo la actuante o bien el simple y aventurado juego de arriesgar, de consecuencias impredecibles.

                   He visto ante mi cámara fotográfica, en el proceso de fotografiar desnuda a una mujer, previo pago en sesión pautada para exhibir sin pornografía la imagen desnuda obtenida, como se muestra una pintura de museo, he visto -repito- mujeres que se olvidan de la presencia del otro, de la fisicidad del otro, de la biologicidad del otro fotografiador. Se entregan, se entregan pero no al otro sino a sí mismas, ocurre una especie de ausencia e ignorancia del otro, una deshumanización del otro que, casi en paradoja, les permite a ellas, mujeres bellas, sentirse a pleno mujeriles y femeninas y mostrarse en sensación de posiciones y naturalidades flojas, sin tensiones, que dan cuenta de una profunda sensualidad que pocas veces se animan a coparticipar de modo activo con el otro.

                         Allí, además de la profunda sensualidad, se dejan ver los roles centrales de la censura, la represión y la histeria así como una intensa solitariedad como efectivo habilitante de la sensualidad. Son sensuales hasta el extremo y lo sublime si se sienten solas aunque miradas y apreciadas. Algunas de esas mujeres, sin que el fotografiante hubiera podido definir lo visto y exhibido ante él (aunque sí registrarlo con la cámara fotográfica) , días después, en una situación común de calle, pública y controlada, ser han sentido invadidas y desbordadas por un pudor represivo que las achica y achicharra, las constriñe por cultura en su ser sexual, genital y sensual. Alguna, inclusive, ha llegado a declarar -para mi descubrimiento, al menos- “ocurre que hemos tenido intimidad”. Intimidad, definió sin dudas, como si entre ambos hubiera habido contacto de húmedas membranas genitales o de zona erógena. Una muestra de lo femenino diferenciado, seguramente autoerótico y, en algún sentido homosexual, lesbiano. En cambio, un varón masculino, aunque tal vez solo pensándolo sin la mediación de la cámara fotográfica, únicamente considera que esa intimidad mencionada entre mujer y hombre pasa por necesidad por el contacto y compenetración íntima de los cuerpos, sus sudores, sus fluídos, sus secreciones.

 

 

Amilcar Moretti. Ed. 27 de noviembre 2013. Argentina, entre La Playa y Buenos Aires.
Amilcar Moretti. Ed. 27 de noviembre 2013. Argentina, entre La Playa y Buenos Aires.

 

 

 

                 “Los dos textos tardíos de Freud dedicados específicamente a la sexualidad femenina destacan las dificultades que presenta el devenir mujer; puesto que las niñas primero fueron varones que amaban a su madre”. (…) “El amor por la madre debe volverse hacia el padre, mientras que la erogeneidad pasa del clítoris a la vagina. Para ser más precisos, “esperar el falo del padre” es el hecho de la feminidad (del hombre como de la mujer) y la zona erógena correspondiente es primero el ano, o la boca, cavidades ya erogenizadas por la pulsión, propicias a la recepción de ese falo.”

 

 

               “Si se produce un “cambio de zona”, este sucede a la actividad, es decir al erotismo clitoriano, que no por ello ha de desaparecer. El varón goza con su pene, no tiene necesidad de cambiar de zona. La niña goza con su clítoris y tampoco tiene necesidad de cambiar, ni siquiera si se enamora de un hombre. Para cambiar esa zona no basta con el amor. El cambio además depende de otras circunstancias; se produce o no, según el compañero y el momento. Se trata en verdad de un problema fantasmático por el cual se engrenda una cavidad, un hambre de ser penetrada, de tomar dentro de sí, de tragar: una fantasía invierte su actividad en actividad de objetivo pasivo. Esto se verifica aún mejor con un hombre feminizado que goza de la sodomía como si fuera una vagina. Las mujeres no siempre tienen una vagina. Esta solo se abre con el deseo del pene.” (GÉRARD POMMIER, obra citada arriba)

 

(Gérard Pommier es psiquiatra, psicoanalista y profesor de psicopatología en la Universidad de Estrasburgo, Francia. Miembro de Espacio Analítico, director de la revista La Clínica Lacaniana y cofundador de la Fundación Europea para el Psicoanálisis). 

 

Amilcar Moretti. Miércoles 27 de noviembre 2013, 4 de la madrugada. Argentina. La Plata-Buenos Aires.
Amilcar Moretti. Miércoles 27 de noviembre 2013, 4 de la madrugada. Argentina. La Plata-Buenos Aires.

 

 

Modelo: GUADA

 

 

Texto y fotos por AMÍLCAR MORETTI. Madrugada (4 am.) del miércoles 27 de noviembre 2013. Lluvia, bajó la temperatura, humedad. Hoy, anuncian, llueve todo el día. Argentina, entre Buenos Aires y La Plata.

 

ERÓTICA DE LA CULTURA, como siempre, agradece a YOUTUBE y a sus colaboradores de todo el mundo por el tributo diario que hacen a la cultura.

 

DEXTER GORDON – Tenderly

maria leggi

Publicado en YOYUBE el 24/06/2012

Dexter Gordon

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2 Comentarios

  1. magnífico artículo,,todo lo escrito está , se ve , reflejado en las fotos, es claro el estado de goce de las modelos inspirado por el autor-artista-fotógrafo

  2. Amilcar Moretti

    Te agradezco mucho Horacio. Mi principio “operacional estratégico” existencial y de creación es el siguiente, que siempre les repito a las modelos o compañeras: “Si vos no disfrutás, yo tampoco puedo disfrutar. Mi disfrute está en que ellas disfruten, estén en estado de goce”.

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