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LA MAYORÍA DE LOS ARGENTINOS SON COMO ANIMALITOS SALVAJES. Y EL RESTO NO SON SANTOS INOCENTES. Escribe AMILCAR MORETTI

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Una sociedad de peoncitos y señoritos. Todos peones (casi sin paga) y pocos patrones. Volver 100 años atrás. Esa es la Argentina pensada -y en ejecución- por el macrismo. Lo ha dicho de modo claro, sin vergüenza, el nuevo presidente del Banco Central, González Fraga. Han conseguido que la población vote -y apruebe, en buena medida- ir 100 años para atrás en la historia social y cultural argentina, con la excusa y mentira “mágica” e imprecisa de “el Cambio”.

 

 

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            Volver, ir para atrás, retornar a antes 1945. Una vuelta regresiva en materia de derechos y beneficios salariales y laborales, sociales y culturales, educacionales, de salud y de vivienda. Regresar a antes de Perón. Volver al atraso social. Volver a 1930. Volver a 1910, con pocos dueños de la tierra y banqueros y financistas ricos. Y la mayoría en la pobreza, sin derechos. Y el agregado de una clase media chica, de muy mediana extensión. Profesionales, pocos, algunos, solo para algunos servicios básicos e indispensables, destinados solamente al que pueda pagarlos.

 

 

 

          Lo ha dicho así, con claridad, González Fraga, públicamente, sin pudor. De modo brutal ha exhibido su pensamiento y acción retardatarios González Fraga, que es el macrismo. “Los niños pobres (de las villas) son como animalitos salvajes”, valoró. Alguien puede suponer implícito, entonces, que se puede hace eutanasia social “ahogándolos dentro de una bolsa en un balde con agua”. En fin, volver a abrir los frigoríficos de Berisso, los mataderos con gente 14 horas por día mal pagada con la mierda y la podredumbre hasta el cogote.

         

 

                    Sintético:

                  Los políticos populistas (del kirchnerismo, por ejemplo) le “hicieron creer” a la gente que con un sueldo se puede “vivir bien”, cómodo, con aire acondicionado, autito, colegio, médico y vacaciones.

 

                Y no. No es así. “No puede ser así”. “No debe ser así”. El patrón debe pagar lo que “pueda”, es decir, lo que quiera. Es decir, una paga baja, bajísima. La mayoría “debe” ser pobre. O mejor: pocos deben o pueden tener una vida social digna. Lo “natural” es que casi todos sean pobres. Y limpitos para ser considerados, siquiera. El resto, gauchos matreros. Garrote para ellos. También para los que leen y explican lo que se explica. Los cultos pensantes son peligrosos, semidelincuentes, se sabe.

 

 

                 Reclamar un derecho social es un delito. Milagro Sala, entonces, se deriva, está presa porque es una delincuente. No solo es “negra” (mestiza), india, sino que también actúa para que los pobres salgan de la pobreza. Y demuestra que puede ser así, que es posible hacerlo.

 

 

                 Lo “peor” de todo es que Milagro Sala ha demostrado que puede ser así: que los pobres, todos juntos, organizados, al costado del sistema, al costado de los ricos y del gobierno, pueden construir y gozar de beneficios sociales, educacionales y económicos. Y casi siempre compitiendo en el mercado, frente a los pocos ricos y patrones.

 

 

                  El delito de Milagro Sala, su pecado, es haber demostrado que dentro del capitalismo, con cooperativismo y colaboración mutua, de modo solidario y organizado, se está mejor que con un patrón rico que paga “lo que puede”, que paga lo que quiere.  

 

 

 

 

Otras dos derivaciones implicadas en palabras de González Fraga:

 

1) No hay que reclamar salarios dignos. Nada de paritarias y convenciones colectivas de trabajo (nada de acordar “en igualdad” con las patronales los sueldos justos de los trabajadores y empleados. Igual que en Estados Unidos: nada de sindicatos). Nada de sindicalización.  Con este universo tiene que ver Trump.

 

            Nada de reclamar mejoras sociales. Reclamar, sobre todo para los que no tienen, es “delito”. Merece “garrote”. Cárcel y garrote. Es la España medieval. La España del siglo 19 y de los siglos anteriores. La Colonia del Virreinato, o la república de los ricos con campo y los (casi todos) que no tienen nada o casi nada. La Argentina de 1910. O 1890.

 

        No es casual que González sea un apellido sacado de un nombre propio. González es de Gonzalo, del siglo XII de España. De Castilla. Y Fraga procede de Aragón. González Fraga es la combinación de dos apellidos para intentar dar “prestigio” a un apellido vulgar derivado, apenas, de un nombre común, Gonzalo. A esto se llama genealogía patronímica y es muy común en España, la más acostumbrada la terminada en “ez”. Los González, a lo sumo hidalgos, con suerte. Hidalgos pobres del siglo XII. Hidalgos, el último círculo para integrarse a la nobleza cuando no hay alcurnia. No miembros de la nobleza, sino añadidos, hidalgos, gentil-hombres. El añadido más humilde de una nobleza rústica, que a su vez no es la realeza, de la realeza del rey, duques en la cúspides de la pirámide. No duques, hidalgos. Godos. España.

              Españoles, los que nunca tuvieron Revolución Industrial. Los que detestaba Sarmiento y consideraba los “peores” del mundo (Ver “Historia de los apellidos argentinos”, de Rubén Mario De Luca. Editorial Skorpio, 1997, de La Plata. De Luca nació en Punta Alta, cerca de Bahía Blanca, y luego reside en La Plata, ambas poblaciones en la provincia de Buenos Aires. También leer “Sarmiento y el periodismo”, de Armando Alonso Piñeiro, asimismo de la Plata. Ed. Academia Nacional de Periodismo, Buenos aires, 2001).

 

 

2) Poco trabajo y baja paga (no salarios, sino paga. No hay salarios ni sueldos, hay una paga, que es baja y es la que quiere el patrón según se le ocurra con un concepto por lo general mezquino. La forma más primitiva y bárbara de acumular capital). O si no, también, bastante trabajo con bajísima paga.

 

 

3) Todos siervos y unos pocos señores. Señores de mentalidad feudal, grandes terratenientes o financistas. El resto, servidumbre. Todos rústicos. Rústicos ricos y pobres, ambos de pronunciada vulgaridad, en Argentina obsecuentes con el anglo-sajón, de origen bárbaro, por otra parte.

 

  

 

               Lo peculiar y sorprendente es que se ha logrado que la gente vote -y apruebe, o consienta en silencio- esta atrasada división social. Lo más singular es que una gran parte de la sociedad, sectores muy amplios y variados de clase media y sectores bajos, populares- piensan y sienten así. Se manejan con los valores atrasados -retrasados, regresivos- de González Fraga. Solo sus hijos y algunos amigos pueden “estar bien”. El resto, la mayoría, se deben arreglar como puedan, arreglarse solos. El Estado, la política y el poder no tienen porqué ocuparse de eso, no tienen porqué ocuparse de que la sociedad mejore su situación (social). Si alguien se enferma, es su problema. Solo de él. Si no puede comprar remedios, es “SU” problema.  

 

 

               El Estado y el gobierno no están para solucionar esas cuestiones “individuales”, particulares de cada uno. El Estado debe ocuparse de que los ricos “ganen bien”. De ese modo, dicen, si los ricos quieren, si así lo desean, pueden elegir a algunos y darles una paga un poco más alta. Y quizás darles trabajo, bah, ocupación con bajísima paga. Siervos, no trabajadores, obreros o proletarios, que es otra cosa. Para que haya obreros deben haber industrialización, que ya tuvo dos Revoluciones (Industriales), la Primera y la Segunda (ahora en vías de ser sucedida por una Cuarta Revolución que da un paso hacia lo incierto con la electrónica e internet, la robótica, que harían innecesario el trabajo humano. Lo que significa no que el hombre va a poder acceder a la Libertad -ya no subordinado a la Necesidad (de trabajar), y que todos estaremos ociosos en tareas creativas y recreativas. Significa que unos pocos acumularán riquezas de modo desmedido y la gran mayoría pasará a formar un inmenso “ejército de desocupados” a los que habrá que exterminar).  

 

 

 

                Lo sorprendente -o no tanto- es que lograron que los de abajo piensen igual. Que no les importe de otros pobres, menos aún de otros más pobres. El aire acondicionado, el ventilador no es para todos. Los remedios de farmacia no son para todos. Entonces, el que pone un kiosco de golosinas y chucherías en la esquina, un comercio chiquito, o el que abre una verdulería de barrio deben y pueden tener dos o tres empleados por dos pesos por día, para que el kiosquero o verdulero se sienta “patrón”, se sienta como los ricos. No saben que no abundarán los kioscos y verdulerías porque no habrá quien pueda comprar, consumir. Así de estúpidos, mezquinos y eugenésicos son. Como el escorpión y la rana, pero vulgares).

 

     

            Hay que volver a ver esa película española titulada “Los santos inocentes”. O bien leer la novela original de Miguel Delibes, de 1981.  

MIGUEL DELIBES, NOVELISTA ESPAÑOL AUTOR DE "LOS SANTOS INOCENTES".
MIGUEL DELIBES, NOVELISTA ESPAÑOL AUTOR DE “LOS SANTOS INOCENTES”.

    

 

 

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